1) Reacciones en fase líquida
En las reacciones en fase líquida en las que la oxidación se consigue por la acción de compuestos oxidantes, no es necesario emplear aparatos especiales. Lo único que ha de procurarse es disponer de un sistema adecuado para la buena regulación de temperaturas y de una refrigeración eficaz. Se utilizan aparatos consistentes en calderas, cerradas para evitar la pérdida de los productos volátiles, que están provistas de un condensador de reflujo y de dispositivos convenientes para la entrada de reactivos y bocas de salida para retirar el producto formado. También suelen llevar camisas de vapor o serpentines de refrigeración por los que circulan los medios de calefacción o refrigeración, según las necesidades.
En las reacciones en que se emplea oxígeno atmosférico como agente oxidante, han de disponerse medios especiales para asegurar la mezcla y contacto de las dos fases no miscibles del agente oxidante gaseoso y el líquido a oxidar. En este caso no son tan excesivas las exigencias en cuanto al control de la temperatura y eliminación del calor producido, ya que las temperaturas, en general, son bajas y la producción de calor se regula fácilmente actuando sobre la velocidad de admisión del aire.
2) Reacciones en fase vapor
En estos procesos se produce un a gran concentración de calor de reacción en la zona en que se encuentra el catalizador. Este calor debe ser eliminado para que no se produzcan grandes elevaciones locales de temperatura. Un convertidor que cumple estas condiciones está formado por una serie de tubos catalíticos pequeños, sumergidos en un baño líquido. El baño líquido sirve para refrigerar, consumiendo el calor de reacción como calor latente de vaporización del líquido. Este líquido está sometido a circulación forzada y, después de ponerse en contacto con las superficies de los tubos catalíticos pasa a un intercambiador de calor donde se enfría.